El presidente Petro ha transformado durante los últimos dos años el relacionamiento del gobierno con el sector productivo, proponiendo una conversación realmente diferente a la que el país conoció. El desencuentro consiste en que hoy hay dos maneras de entender la función del Estado en la economía: la primera, donde el Estado se encarga de impulsar la productividad y la capacidad de consumo de las clases populares, y de regular industrias para ampliar y fortalecer la base productiva; la segunda, donde el Estado apoya industrias y empresas estratégicas, a través de inversión pública en bienes públicos y también privados, y a través de acciones que permitan la estabilidad empresarial como seguridad y regulación. El gobierno y el sector productivo hablan idiomas diferentes y navegan sin traductor.
Este descalce entre una y otra visión tiene a muchos individuos y sectores desconcertados, mientras que otros más hábiles o de pronto más débiles han sabido adaptarse y han venido construyendo un nuevo modelo de relacionamiento. En la instancia gremial vemos que algunos han decidido convertirse en opositores del gobierno buscando volver atrás o promover un viraje de péndulo, incluso perjudicando el corto plazo para su propia industria, mientras que otros gremios han buscado acompañar algunas iniciativas gubernamentales que les sirvan de punto de encuentro para impulsar su sector; por su parte, algunas empresas han aplazado inversiones mientras que otras han buscado relacionamientos directos para resolver problemas propios. No es novedad que el sector productivo asuma una posición política.
A nadie le conviene profundizar el desencuentro entre el gobierno y los empresarios, -bueno, a la oposición del gobierno si le conviene y lo está haciendo-, pero vale la pregunta: ¿Como pueden mejorarse la conversación y la acción durante los próximos dos años? Primero es necesario valorar la coyuntura, pues en 2022 la economía estaba convaleciente de los estragos de la pandemia, siendo la tasa de interés la situación más grave. Hoy tenemos inflación y tasas de interés razonables, pero la carga de la deuda pública tiene al gobierno ante la encrucijada de la reforma tributaria o la inversión pública mínima. En ese contexto, a la expresión “reactivación económica” hay que darle su justa proporción para no andar el camino de la frustración, pues por muchas ganas que existan de promover la reactivación a través de nueva inversión pública, plata no hay.
¿Cuáles podrían ser los conectores de las dos visiones del papel del Estado en la economía, teniendo en cuenta un horizonte de dos años y las restricciones de coyuntura? Ante una lista larga de alternativas, todas importantes, todas posibles, muchas de ellas de interés particular, es indispensable aterrizar las expectativas y actuar rápido. Encuentro que el cuello de botella fundamental para detonar la visión económica del gobierno radica en la falta de acceso a crédito tanto para pequeñas como para grandes iniciativas productivas. Y desde la perspectiva de los empresarios, nada mas importante que la seguridad. Dos enormes misiones sobre las que habría consenso.