“Juntos, pero no revueltos” fue el esquema a través del cual el entonces senador Gustavo Petro convocó a la izquierda alrededor del Pacto Histórico en el 2021. Su audacia resultó en una coalición política que además de llevarlo a la presidencia, logró 21 curules en Senado y 25 en Cámara. Hoy el Pacto Histórico está conformado por ocho partidos y movimientos con personería jurídica (Colombia Humana, Polo Democrático Alternativo -PDA, Movimiento Alternativo Indígena y Social -MAIS, Unión Patriótica UP, Partido Comunista, Comunes, Esperanza Democrática y Soy Porque Somos), y tres movimientos sin personería jurídica (Todos Somos Colombia, Independientes, y Partido del Trabajo de Colombia-PTC).
Ya se analiza el siguiente paso para unas elecciones en 2026 donde el presidente Petro no será candidato. Muy a gusto están varios, cabezas de ratón de sus partidos y movimientos, integrantes todos del Pacto Histórico, con una evidente disparidad de fuerza política medida en votos. Llegó la hora de revolver lo que se juntó, que la coalición de ratones se convierta en un león. Con la decisión de la asamblea de Colombia Humana de impulsar la constitución de un partido único, se plantea el reto de potenciar las fuerzas progresistas del país. Un camino para alcanzar los consensos ideológicos y la unidad organizativa que permitan capitalizar ese 25% de votantes colombianos que manifiestan en las encuestas que pertenecen al Pacto Histórico y el siempre firme 30% de respaldo al presidente Petro, que permita continuar un proceso progresista por cuatro años más en el escenario de un Frente Amplio. El motor del Pacto Histórico ha sido hasta hoy el presidente Petro, pero en 2026 tendrá que demostrar que tiene capacidad de relevo.
Para las elecciones de 2026 el partido progresista podrá escoger su candidatura presidencial a través de una consulta, y postular listas al congreso cerradas, paritarias y en cremallera teniendo como criterio para su conformación, el peso específico de sus integrantes en términos poblacionales, regionales y sectoriales, medido de manera objetiva. Si en 2022 la estrategia salió más que bien, en 2026 seguramente un partido único progresista crecerá en el congreso, llegará con pie derecho (o izquierdo) a primera vuelta, y acariciará la idea de entrar a segunda vuelta.
Un partido único no sólo es esencial para las fuerzas progresistas, sino que contribuirá con la transformación real de la cultura política del país. Es indispensable que la sociedad identifique con claridad la visión programática y los mecanismos democráticos de organización y selección de las figuras y fuerzas políticas que la representa.
Pero ¡ojo! hay una pieza que le falta al rompecabezas progresista y es articular en el proceso electoral y político de 2026 a las organizaciones sociales, sindicales y representativas de grupos poblacionales. Una desconexión entre los dirigentes del nuevo partido progresista con las verdaderas bases, con los motores de las causas sociales, podría empujarlo hacia atrás. Esta es sin duda la tarea más importante de los próximos meses, ya que el proceso de organización partidista está en marcha.